viernes, 24 de febrero de 2012

EL DÍA QUE MI MADRE CONOCIÓ A UN MISTERIOSO HOMBRE

Cuando llegué a casa después de haber quedado para comer con unos amigos me encontré a mi madre, una atractiva cincuentona, colgada de la viga de acero de la cocina. Allí estaba ella tendida, inerte y con los ojos cerrados. El absurdo escenario me paralizó por un segundo pero no me escandalizó, así es mi madre.
"¿Qué haces?" Le pregunté.
Bajó de un saltito exhalando esfuerzo.
"El Sueco me ha dicho que tengo que estirar todo mi cuerpo y una buena forma es colgándome de esta viga."
El Sueco se llama Jörgen y es fisioterapeuta. Se lo presentó mi padre a mi madre para que le diese un masaje sueco después de llevar semanas quejándose de dolores en la espalda y las cervicales.
"Creo que te estás esforzando demasiado mamá. No eres una niña y los gritos del otro día no creo que fuesen de goce precisamente." Me pareció que era el comentario más oportuno y sincero conociendo cómo es mi madre.
"Es un poco doloroso pero yo estoy de maravilla."
"Sí, ya veo. Estás un poco rara."

Y es que hace un par de días salí de mi cuarto alertado por los gritos de mi madre mientras Jörgen le hacía el masaje. Cuando llegué al comedor me la encontré semidesnuda y tumbada bocabajo sobre la mesa. Ese mastodonte vikingo estaba encima de ella dándole un enérgico masaje que más bien parecía que la estuviese moliendo a golpes y sacudidas. Yo no comenté nada pero mi padre sí que se me acercó ese día.
"Ya verás lo relajadita que va a estar estos días." Me dijo, aunque no logré deducir si lo hizo con tono burlesco o realmente estaba feliz por ella. Quizá fuese una mezcla de ambas sensaciones.

Volviendo al momento de la viga en la cocina le pregunté si volvería a verlo otra vez aunque ya sabía la respuesta.
"Le llamé para que viniese esta noche."
"Pues, ¡genial!" Eso sí había sido sarcasmo por mi parte.

Quería estar presente cuando llegase Jörgen. Tenía cierta curiosidad por saber como se comportaba mi madre con él y de qué hablarían, al fin y al cabo, no había visto a mi madre tan ilusionada desde que dejó las clases de sevillanas. Quizá se estuviese dando cuenta de lo positivo que fue ir a esas clases y de los dolores de espalda que le produjeron. Así que pensé que cuando se acercase la hora me sentaría en el sofá del salón-comedor fingiendo estar leyendo un libro.

Cuando llegó Jörgen mi madre le contó entusiasmada su experiencia con la viga. Jörgen es de esa clase de maduritos atractivos e interesantes que seducen sin querer a cualquier persona que se les cruce, y mi madre es de esa clase de maduritas ingenuas que pican. Pero este superhombre, en cambio, parecía algo incómodo y no dejaba de mirar hacia todos lados en la cocina. 
"No me gusta la energía que se desprende en esta habitación." Le comentó Jörgen a mi madre con pesadez y perturbación.
"¿Qué habitación?" Le preguntó desorientada.
"Aquí en la cocina."
"A mí la verdad que tampoco me gusta esta parte de la casa, me agobia y me da dolor de cabeza."
"Me puedo imaginar. Venga vamos a darte ese masaje."
Lo que le da dolor de cabeza a mi madre es ponerse a cocinar, es una completa inepta.

 

Después de un gran número de gritos de tortura ya era yo al que le empezaba a doler la cabeza, de hecho, hasta me era vergonzoso pensar que los vecinos la pudiesen estar escuchando gritar así. No aguantaba más ese calvario así que me levanté con decisión a largarme, pero no pude evitar estremecerme cuando Jörgen le estrujaba la espalda a mi madre. El exceso de piel que producía el estar amasándole su espalda en forma de espiral le tuvo que doler como nunca. Y fue cuando vino el gran grito. Retumbó toda la casa, o al menos a mí me lo pareció aunque he de admitir que tampoco había sido tan exagerado como para que se cayese uno de los cuadros que colgaba a pocos metros de ella.
Por fin todo llegó a la calma después de ese gran grito, y la sesión de masaje sueco había terminado. Mi madre, que seguía semidesnuda tumbada encima de la mesa, se recomponía lentamente del suplicio que acaba de soportar. Era incapaz de formular palabra alguna, así que permaneció un rato en silencio. En cambio Jörgen, seguía preocupado y mientras se lavaba las manos en la pila y miraba fijamente el reloj de la cocina, parecía dispuesto a querer decir algo comprometido. Así que a juzgar por su expresión le pregunté qué le pasaba.
"¿No funciona ese reloj?" Me preguntó señalándolo con sus manos aún mojadas.
"No, hace ya tiempo que está parado." Le contesté. "De hecho, no es el primero que deja de funcionar a mí incluso se me han parado mis relojes de pulsera."
"¿Y siempre aquí en la cocina?" Preguntó extrañado.
Yo no sabía a donde quería llegar con lo del reloj, pensaba que estaba más loco de lo que creía en un principio.
"Sí." Le dije rotundamente y para mi asombro me dijo algo que me confirmó que estaba loco de remate.
"Aquí hay una puerta abierta."
"¿Cómo que una puerta abierta?" Mi cara de pato en ese instante ya era una realidad, y todo el contexto de alrededor, un surrealismo - un hombre grande y oscuro, aunque físicamente fuese rubio y blanco como la leche, hablándome sobre cosas que yo no entendía, y mi madre desnuda sobre la mesa del comedor exhausta y derrotada.
"En la cocina yo presiento malas energías, o digamos que energías extrañas, es un lugar donde no me siento cómodo y deduzco que hay una puerta abierta hacia el otro lado, el de los espíritus."
¡Total! Así era como me sentía yo en ese momento. 
"¿Recordáis si alguien hizo alguna vez una invocación?"
Yo arqueé mis cejas y apreté mis labios, consecuencia de que no entendía nada.
"Os seré franco." Continuó Jörgen. "El cuadro que acaba de caer, simplemente lo interpreto como una manifestación de alguien que se encuentra presente entre nosotros, concretamente de la mujer de la foto del cuadro."
"La yaya. Es la yaya." Dijo mi madre que salió de su eclipse total y se había incorporado a la misteriosa conversación.
"¿Mi abuela?" Le pregunté perplejo.
El cuadro es de una foto de mi abuela en su plena juventud, la madre de mi padre que murió ya hace algunos años. 
"Yo una vez estaba cocinando y alguien me pellizcó el culo. Pensé que fue tu padre pero cuando me di la vuelta allí no había nadie. Yo sé que fue tu abuela porque siempre me pellizcaba el culo de esa manera." Nos confesó mi madre.
"Mamá, ¿tú no hiciste una güija con tus amigas en mi cumpleaños una vez?"
"Sí, sí."
"Si ya me acuerdo, y se lo tomaron a guasa."
"Ahí está la causa que lo confirma todo." Dijo Jörgen. "¿Dónde la hicieron exactamente?"
"Ahí en la cocina."
"Justo debajo de ese reloj." Señalé con la cabeza.
"Hay que limpiar la casa y cerrar esa puerta." Dijo Jörgen decidido.
En ese momento me sentí salvado por la campana. Sonó el timbre de la puerta. 

¡Menudo día!, abrí la puerta y allí estaba una pareja de la policía local y detrás de ellos nuestro vecino Juan.
"Hola, ¿pasa algo?"
"Nos han llamado por alerta de un posible altercado doméstico." Dijo uno de los policías.
"¿Los has llamado tú Juan?" Le pregunté directamente.
"He escuchado a tu madre gritar desesperada y no es la primera vez. Ya hoy no dudé en llamarles."
Pensé durante un segundo en lo que acaba de ocurrir y tenía la gran necesidad de tomarme un respiro e ir a dar un paseo.
"¡Gracias Juan! Mi madre está en el comedor."
Les dejé pasar y yo me largué a dar una vuelta.

Jordi Boldú. Arguineguín,  24 de febrero de 2012.

miércoles, 1 de febrero de 2012

THIS IS YOU

This is you.

Eyes closed,
out in the rain.

You never thought you´d be doing
something like this.

You never saw yourself as,
I don´t know
how you describe it, as...
like one of those people
who like looking up at the moon,
or who spend hours gazing at
the waves or the sunset or...
I guess you know what kind of people
I´m talking about
maybe you don´t.

Anyway, you kind of
like it being like this,
fighting the cold
and feeling the water seep
through your shirt
and getting through to your skin.

And the feel of the ground
growing soft beneath your feet
and the smell.

And the sound of the rain
hitting the leaves.

All the things they talk about
in the books that you haven´t read.

This is you.

Who would have guessed it?

You.



From the movie "My Life Without Me" - Isabel Coixet