lunes, 26 de noviembre de 2012

POLITIQUEANDO

Antes los malos resultados para CiU en las últimas elecciones catalanas donde no han cosechado las expectativas a las que aspiraban, probablemente su política soberanista tenga que dar un nuevo giro de timón. Un cambio de rumbo del que muchos partidos nacionalistas de otras comunidades siguen muy de cerca y toman como referencia para sus futuras políticas. Es el caso, por ejemplo, de CC (Coalición Canaria). Y es que el desafío soberanista de Artur Mas es ya histórico y rompe el hielo en una España donde la Constitución ha caducado y urge un cambio de sistema político.
Después de los resultados de los comicios catalanes, CC espera que el nuevo gobierno, probablemente junto con el País Vasco, comience unos diálogos con el Gobierno Central para una alternativa y porqué no, para ese ansiado cambio en la Constitución donde nuestras generaciones tengan algo nuevo que aportar y marquen una nueva política territorial. Pero ojo, Canarias espera que así suceda para que finalmente se tengan en cuenta nuestras necesidades y se establezca al menos un régimen de Región Ultraperiférica en condiciones. En estos supuestos diálogos hemos de formar parte todas y todos y dar cabida a las necesidades y urgencias de todos los pueblos que habitan en España y no caer en el favoritismo y la preferencia a la que estamos malacostumbrados. Dejemos ya de permitir ciudadanos de primera y de segunda, todos y todas tenemos voz en este nuevo proceso y paradógicamente tengo la sensación de que por primera vez en la historia en estos comicios en Cataluña, indirectamente, hemos formado parte todo el Estado. Porque está en juego nuestro futuro y no me refiero al hipotético hecho de que Cataluña se forme como estado independiente (hecho del que han de decidir los que allí conviven) sino que esto no es un caso solamente aislado en Cataluña, el nacionalismo se extiende por casi todo el territorio español en diferentes intensidades e históricamente distinto también.
Mediáticamente se ha hecho mucho daño alimentando la ignorancia de muchos ciudadanos con el reto soberanista dando protagonismo a esa hipotética autodeterminación, algo absurdo bajo mi punto de vista, ya que el factor más importante que está en juego es el reclamado "derecho a decidir". Un derecho básico y universal, implícito en toda sociedad democrática y al que debemos tener acceso todos y todas.

Jordi Boldú. Arguineguín, 26 de noviembre de 2012.

jueves, 18 de octubre de 2012

EL PAVO REAL SOLITARIO

Hoy vi algo insólito. Hoy vi un pavo real saltar desde una azotea y volar.
Me desperté a las siete y cuarenta y cinco de la mañana. Rara costumbre de estos días en La India. Vivo en una azotea y las zonas aisladas de la intemperie y el sereno de la noche ocupan el veinte por ciento del espacio, mientras que el ochenta por ciento restante es una gran terraza a unos cinco pisos de altura en un edificio roído de hormigón y con una escalera común al descubierto. O sea, sin puerta ni ventanas ni cuatro paredes. Las habitaciones, el baño y la cocina están separadas entre sí, y para ir de un sitio al otro, hay que atravesar inevitablemente la terraza.
Así que me levanté y fui directo al baño como de costumbre. Con los ojos aún sin abrir y con la mente entre las sábanas, vislumbré atónito aunque con algo de dificultad, un enorme pavo real en la azotea del edificio de enfrente. Contemplaba la vasta jungla de hormigón y polución. Esperando alzar el vuelo. Pero, -"un momento"-, pensé. Ignorantemente me pregunté cómo coño había subido tal bella monstruosidad hasta allí arriba. Desconocía que estas aves inmensas supiesen volar, a lo que, graciosamente, me llevó a concluir que el pavo real había subido por las escaleras del edificio. Como dije antes, en esta urbanización, las escaleras principales están descubiertas, cualquiera podría subir sin que ninguna puerta o portero les impidiese el paso. Cualquiera; incluso un pavo real.


Pero de repente, saltó. Y desplegó sus larguísimas alas. Y voló. Y se alejó en la inmensidad delhiíta. Fue precioso. Los segundos cobraron importancia saboreando así el tiempo que parecía detenerse ante semejante acto de belleza. Y ese pajarraco batió sus alas sin ninguna complicación con una elegancia sublime.

Hay algo extraño y cautivador en los pavos reales. Solitarios, individualistas, orgullosos, narcisistas, bellos, elegantes, caminantes y bohemios.



Jordi Boldú. Nueva Delhi, 11 de julio de 2011.

viernes, 25 de mayo de 2012

EXOTIZAR

CUATRO-CINCO: [...] y someterán a la población, obligando abrazar el islam y condenando a sus ciudadanos a vivir bajo las leyes de la Sharía. Será un completo desastre.
CUATRO: ¡No exotices, por favor!
CUATRO-CINCO: jajaja, siempre lo hago, ¿te has dado cuenta?
CUATRO: ¡Sí!
CUATRO-CINCO: ¡Oh, fiel amiga! Me conoces bastante bien. Exotizo demasiado.

·····

UNA ABUELA: ¿Nadie va a hacer café?
UN NUERO: Señora, espere a mi hija que ahora viene.
UNA ABUELA: Esa mujer no viene sino en la medianoche pa'l día siguiente.

·····


HERMANO MAYOR: Hermano, ¡qué guapa esa camisa! Y qué pijo que eres, ¿es de Tommy?
HERMANO PEQUEÑO: Es mía.

·····



UNA ABUELA: Niño, ¿no has visto el caracol tan grande que tengo en mi parterre?
UN NIETO: ¡Ay pues sí! ¡Qué lindo está!
[...]
UNA HIJA: Cristiana, se le va a echar fuera.
UNA ABUELA (levantándose a por el caracol): Ese no se me escapa, ¡no lo he criado yo pa que se me mande a mudar!
UNA HIJA: ¿Usted no se acuerda del chiquito lagarto que había en mi casa? ¿Que no había forma de sacarlo?
UNA ABUELA: ¡Ay, quita pa allá! Ni al barranco me asomo ya, que los he visto con las cabezas más grandes que la de tu hijo.

·····

[...] 
AMIGA: Pues niña, voy a tirar yo para mi casa, todavía me queda toda la cuesta.
MA: Venga muchacha, a ver si te traes un día a tu marido y nos vamos de huelga.

Jordi Boldú. Arguineguín, 25 de mayo de 2012.

martes, 15 de mayo de 2012

CALIMA




Una tarde de cualquier día de la semana, sentados en la terraza de una casa canaria, da para mucho; y más aún cuando hace calor - mucho calor. Abanicos en mano, sentados en sillas de plástico y en silencio, estábamos mi abuela, mis tías Juana y María, mi madre y yo, en casa de mi abuela. Hablábamos en períodos de dos a cinco minutos con intervalos de pausa de cinco a diez minutos entre conversación y conversación. Nadie se interrumpía. Cuando uno hablaba el otro se abanicaba y concentraba su mirada fijamente en el otro – interesada o desinteresadamente, eso daba igual. Si uno quería contestar a algo, dejaba que el otro terminase de hablar y dejaba pasar unos segundos antes de pronunciar palabra. Así ahorrábamos energía y nos cansábamos menos. Y es que cuando hace tanto calor y aire caliente, a uno le pesa más el cuerpo; siente que la gravedad que ejerce la Tierra sobre nosotros es mayor. A uno le cuesta más dar un paso. Y si le sumamos un polvo anaranjado en el cielo que ciega el horizonte y lo que esté a cinco metros de ti, pues ya directamente te digo que vivo en Marte. Pero afortunadamente, no era el caso de esa tarde, tan sólo había que soportar la calima a medias.
“Me acuerdo en Lanzarote cuando venía calima o siroco nos tumbábamos en la acera de la calle y pasábamos las noches.” Recordó mi tía María.
“Sí. Toda la calle llena de gente durmiendo en la acera.” Le secundó mi tía Juana.
“Era donde uno podía coger más fresquito.” Dijo mi madre.
“Claro, en esa época no había aire acondicionado.” Me complació mi tía María.
“Pero ventiladores sí habría.” Dije yo.
“Ventiladores tenían los señoritos.” Me contestó Juana.
Silencio corto.

Mi abuela se levantó y se apoyó en la balaustrada para observar la calle.
“¿Qué hace Ma?” Le preguntó Juana.
“A mi parecer viene caminando por arriba una de las gemelas.” Siguió mi abuela mirando quién se acercaba, y cuando la tenía más a tiro, rectificó. “¡Ah no, muchacha! Es la hija de la vecina. Y eso que las gemelas le sacan lo menos tres cabezas a la chiquilla.” Soltó una risita cachonda. “La pobre viene cagándose toda.”
La hija de la vecina nos saludó a todos cuando llegó a la altura de la casa.
“¿Cómo estás de la cagalera chiquilla?” Le preguntó mi abuela.
“Ahí voy.”
“Y encima con estos calores.”
 Silencio corto.

“¿Hago café?” Pregunté.
Nadie contestó.
“Voy a hacer café. ¿Quieres café mamá?” Volví a preguntar.
Mi madre no contestó.
“Ya lo hago yo.” Dijo María. “¿Quién quiere café?”
“¿Con estos calores?” Preguntó asombrada mi abuela.
“Cuando hace calor es mejor beber bebidas calientes.” Le dije.
“Yo quiero.” Se decidió Juana.
“Yo me voy a tomar otro.” Dijo María mientras entraba en la casa.
“En el desierto están bebiendo té todo el día.” Reflexionó mi madre.
“¿Quieres café?” Le pregunté yo.
“Quiero un té.” Fue su contraoferta.
“¿Un qué?” Le preguntó mi abuela, que sí se había enterado pero quería confirmarlo.
“Un té abuela.” Le dije yo.
“Eso no tengo yo cristiana.” Le dijo mi abuela a mi madre, alzando la voz más de lo recomendado con estos calores.
“Pues un café.” Cedió finalmente mi madre.
“¡María!” Le grité por la puerta. “Uno solo para mi madre.”
Silencio largo.

Después del café, seguíamos dándole al abanico o a lo que fuese que abanicase. Había entrado la noche y esta vez fue mi madre quien rompió el silencio.
“¿Y en Fuerteventura qué tal?” Dirigiéndose a sus hermanas que hacía unos días que habían vuelto de Fuerteventura.
“Muy bien.” Contestó Juana.
“Muy bien el hotel.” Dijo María.
“Muy grande.” Complementó Juana.
“En Fuerteventura mira que son vagos.” Soltó mi madre. “Allí no son trabajadores como nosotros los conejeros.”
“¡Qué sabrá ella!” Masculló agriamente Juana. “¿Qué dices?”
“Que los majoreros no trabajan tanto como en Lanzarote.” Volvió a repetir mi madre.
“Es verdad, tienen fama de vagos.” Le reconoció Juana a mi madre mirándome a mí.
Silencio largo.

Le tocó el turno a mi abuela, que sacó el tema de la religión.
“¡Ni en la iglesia hay gente con la crisis que hay!”
“¡Ay Ma! ¿Qué está diciendo?” Le largó mi tía Juana.
“La gente ya no quiere ir a la iglesia muchacha.” Le siguió diciendo mi abuela.
Tras una pausa cortísima, mi abuela retomó la palabra.
“Dios creó en el mundo a toditos por igual, creó a todos los que somos en el mundo - buenos, malos, feos, mariquillas, a todos.”
No pudimos evitar descojonarnos de la risa ante semejante reflexión.
“¡Qué dice!” Dijo espantada mi madre “¿Usted aún se cree todo eso?, ¿que Dios creo el mundo?
“¿Y quién si no?” Le preguntó mi abuela.
“¡Déjela!” Le aconsejó María a mi madre.
“¡La naturaleza, cristiana! La naturaleza y esas cosas que se han demostrado.” Dijo mi madre ofendida. “Hizo más Teresa de Calcuta que ese Dios.” Reflexionó mi madre tras cinco segundos de pausa.
“¿Qué hizo esa?” Le preguntó obstinada mi abuela.
“Dar de comer a los pobres.”
Y entonces mi abuela empezó a rezar un romancero mirando en alto hacia el cielo como si estuviese cantando.
“En debajo de un olivo está la Virgen María
dándole el pecho a su niño y el niño no lo quería.
─Dime, Niño, por quién lloras,

si lloras por los azotes o por lo que te dolía.

─No lloro por los azotes ni por lo que me dolía,
lloro por los pecadores que mueren todos los días,
porque el infierno está lleno y la gloria está vacía.”

Yo no salía de mi asombro. No sabía si reír o aplaudir. “¿No lo grabaste?” Me preguntó mi tía María. “¿No grabaste a abuela cantando romances? ¡Eso es para haberlo grabado!
Jordi Boldú. Arguineguín, 15 de mayo de 2012.

miércoles, 9 de mayo de 2012

ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS


En algún lugar cerca de Darjeeling, a pie de montaña, la oscuridad gélida se apodera de un lúgubre bosque hipnotizado por la Luna. Son alrededor de las cinco de las mañana y el amanecer está cerca. En una de las ramas de un pino, un imponente búho acecha el estrecho sendero que se asoma tímido y temeroso entre los árboles. Alertado por unos lejanos pasos, el búho gira bruscamente su cabeza hacia el origen del ruido y ulula en  señal de advertencia. Vigilante avizor. Alguien se acerca rápidamente y el búho permanece expectante.
Una mujer joven corre sin cesar adentrándose en lo fosco. Va vestida al estilo tradicional nepalés, con un pequeño bolso atado a la cintura. Kanchi, de unos veinte y pocos años de edad, es morena, de piel dorada y grandes ojos azabaches rasgados; lleva su cabello negro urdido en una larga trenza.
Kanchi corre sin descanso, la angustia le roba por momentos la razón y la somete a un sentimiento de confusión y desorientación. No para de mirar desconcertada hacia los lados y perturbada cuando echa la mirada hacia atrás. Corre asustada dando pasos tercos, peligrando tropezar en cualquier momento. Se detiene por un instante presa de su cansancio y apoya sus manos sobre sus rodillas. Respira avivadamente con muchísima ansiedad y vuelve a mirar hacia los lados, cerciorándose de si está siguiendo el camino adecuado. Alza su mirada hacia el cielo y observa la Luna, que permanece impasible siguiendo su recorrido. Media luna protegida por un cielo cubierto de estrellas. Todos son testigos de su huida.
Un ruido extraño, posiblemente de algún animal merodeando entre los arbustos, la asusta, y alertada, Kanchi retoma su evasión. La melodía de su teléfono móvil la sorprende y Kanchi tropieza con una piedra - inoportuno obstáculo en su camino. Cae al suelo apoyando sus manos sobre la tierra húmeda y husmea en su bolsito en búsqueda de su móvil. Un tal Shyam le está llamando y un escalofrío recorre su cuerpo. Kanchi duda en si cogerlo o no, pero finalmente accede y lo coge pero permanece callada. Se distingue un agitado murmullo de una voz masculina bastante disgustada. Kanchi no deja de mover su cabeza de un lado a otro a modo de negación. Agarra el teléfono con toda su rabia y lo lanza contra un árbol. El gran pino estremece y retumba de exaltación. Los pájaros, anónimos e invisibles, ocultos entre las ramas, alzan el vuelo festejando la impetuosa decisión de Kanchi.
Kanchi permanece inmóvil, acuclillada. Frunce el ceño estremecida mientras los ojos se le humedecen hasta aflorar las primeras lágrimas de rabia. Llora angustiada pero trata de calmarse cerrando los ojos y respirando profundamente - la Luna empieza a cantarle una nana.

Kanchi abre los ojos. La Luna ha dado paso al Sol que satura paulatinamente el bosque y  las montañas. Kanchi está más relajada. Se levanta y emprende su camino, esta vez más consciente y no tan torpe. Parece no estar perdida y decide no correr pero si caminar con ligereza.

Kanchi llega a la ciudad y se adentra en las tranquilas calles. Los comercios están despertando, los primeros chya (té) de la mañana ya hierven en los puestos callejeros. Las vacas pasean sin ninguna prisa en busca del desayuno y Kanchi sigue su rumbo hacia la estación de autobuses.
La estación está bastante concurrida. Los motores de los autobuses rugen aguardando por emprender la marcha. Algunos abandonan la estación abarrotados de viajantes. Kanchi se acerca a uno de los puestos de información para preguntar a uno de los hombres.
“Perdone.” Kanchi suena nerviosa e insegura,  “¿cuándo sale el próximo autobús?”
“¿El próximo autobús a dónde?” le pregunta atónito el hombre.
Kanchi aguarda un segundo antes de responder.
“No lo sé.”
“¿A dónde quiere ir mujer?”
Kanchi se detiene presa de su incertidumbre. De repente, un enorme gato de Cheshire se posa en el mostrador de un salto maullando dulcemente. El hombre lo asusta y el gato responde furiosamente y se larga de un brinco.
“No lo sé.” Vuelve a decir Kanchi.
“Ese autobús de ahí sale en diez minutos.” Le comenta el hombre con clemencia, y señalando con el dedo el autobús en concreto Kanchi se marcha agradecida.

La curiosidad invade a Kanchi que se vuelve hacia el hombre.
“¿Y a dónde se dirige ese autobús?”
“Señora, ¡y qué más da! Supongo que no tiene importancia.” Dice el hombre mordazmente.
Kanchi le observa fascinada.

Jordi Boldú. Nueva Delhi, 31 de julio de 2011.

viernes, 30 de marzo de 2012

I HAVE BEEN EXCHANGED BY A CAT THRICE

I hate cats, or at least, this is what I used to say when my allergies were killing me. Now I´m miraculously cured. No more allergies after a painful radiofrequency surgery, and the thing is that my excuse why I wasn´t surrounded by cats is over, and this is a crappy ending. I was lucky to be allergic to cats, because I hate them heartily. Maybe I am like cats. I remember when my ex boyfriend use to tell me: "you are a cat allergic to other cats". He might be right then.


I don´t know why exactly I dislike all kind of feline animals, specially the ones who creep up stealthily and own your home. I had a terrible experience with one of those when I was a child at my neighbor´s house. Don´t need to mention the whole story, but I ended in the hospital. And throughout my entire life, all the people I care, whether are true friends, partners or even mom and daddy, have wanted to share their lives with cats. And that is exactly what have happened. From the moment I crossed the front door, an alley cat arrived to stay there - first mom and daddy´s house when I became a man and tried to discover the world, then my two exes, isn´t it funny?

Now I´m alone, living alone, without no allergy to cats and what to do? Should I make peace with cats? I´m not joking but the other day a big grey cat came into my courtyard and slept all night on the bench. I have been told that this cat has been coming lately searching for my companion and it´s weird because I haven´t been pissed off as I should be. Finally, yesterday, I bought cat food at the supermarket and left it  there in a bowl, in order to make him come back and keep it. Oh shit! I want him back.

Jordi Boldú. Arguineguín, March 30, 2012.

viernes, 24 de febrero de 2012

EL DÍA QUE MI MADRE CONOCIÓ A UN MISTERIOSO HOMBRE

Cuando llegué a casa después de haber quedado para comer con unos amigos me encontré a mi madre, una atractiva cincuentona, colgada de la viga de acero de la cocina. Allí estaba ella tendida, inerte y con los ojos cerrados. El absurdo escenario me paralizó por un segundo pero no me escandalizó, así es mi madre.
"¿Qué haces?" Le pregunté.
Bajó de un saltito exhalando esfuerzo.
"El Sueco me ha dicho que tengo que estirar todo mi cuerpo y una buena forma es colgándome de esta viga."
El Sueco se llama Jörgen y es fisioterapeuta. Se lo presentó mi padre a mi madre para que le diese un masaje sueco después de llevar semanas quejándose de dolores en la espalda y las cervicales.
"Creo que te estás esforzando demasiado mamá. No eres una niña y los gritos del otro día no creo que fuesen de goce precisamente." Me pareció que era el comentario más oportuno y sincero conociendo cómo es mi madre.
"Es un poco doloroso pero yo estoy de maravilla."
"Sí, ya veo. Estás un poco rara."

Y es que hace un par de días salí de mi cuarto alertado por los gritos de mi madre mientras Jörgen le hacía el masaje. Cuando llegué al comedor me la encontré semidesnuda y tumbada bocabajo sobre la mesa. Ese mastodonte vikingo estaba encima de ella dándole un enérgico masaje que más bien parecía que la estuviese moliendo a golpes y sacudidas. Yo no comenté nada pero mi padre sí que se me acercó ese día.
"Ya verás lo relajadita que va a estar estos días." Me dijo, aunque no logré deducir si lo hizo con tono burlesco o realmente estaba feliz por ella. Quizá fuese una mezcla de ambas sensaciones.

Volviendo al momento de la viga en la cocina le pregunté si volvería a verlo otra vez aunque ya sabía la respuesta.
"Le llamé para que viniese esta noche."
"Pues, ¡genial!" Eso sí había sido sarcasmo por mi parte.

Quería estar presente cuando llegase Jörgen. Tenía cierta curiosidad por saber como se comportaba mi madre con él y de qué hablarían, al fin y al cabo, no había visto a mi madre tan ilusionada desde que dejó las clases de sevillanas. Quizá se estuviese dando cuenta de lo positivo que fue ir a esas clases y de los dolores de espalda que le produjeron. Así que pensé que cuando se acercase la hora me sentaría en el sofá del salón-comedor fingiendo estar leyendo un libro.

Cuando llegó Jörgen mi madre le contó entusiasmada su experiencia con la viga. Jörgen es de esa clase de maduritos atractivos e interesantes que seducen sin querer a cualquier persona que se les cruce, y mi madre es de esa clase de maduritas ingenuas que pican. Pero este superhombre, en cambio, parecía algo incómodo y no dejaba de mirar hacia todos lados en la cocina. 
"No me gusta la energía que se desprende en esta habitación." Le comentó Jörgen a mi madre con pesadez y perturbación.
"¿Qué habitación?" Le preguntó desorientada.
"Aquí en la cocina."
"A mí la verdad que tampoco me gusta esta parte de la casa, me agobia y me da dolor de cabeza."
"Me puedo imaginar. Venga vamos a darte ese masaje."
Lo que le da dolor de cabeza a mi madre es ponerse a cocinar, es una completa inepta.

 

Después de un gran número de gritos de tortura ya era yo al que le empezaba a doler la cabeza, de hecho, hasta me era vergonzoso pensar que los vecinos la pudiesen estar escuchando gritar así. No aguantaba más ese calvario así que me levanté con decisión a largarme, pero no pude evitar estremecerme cuando Jörgen le estrujaba la espalda a mi madre. El exceso de piel que producía el estar amasándole su espalda en forma de espiral le tuvo que doler como nunca. Y fue cuando vino el gran grito. Retumbó toda la casa, o al menos a mí me lo pareció aunque he de admitir que tampoco había sido tan exagerado como para que se cayese uno de los cuadros que colgaba a pocos metros de ella.
Por fin todo llegó a la calma después de ese gran grito, y la sesión de masaje sueco había terminado. Mi madre, que seguía semidesnuda tumbada encima de la mesa, se recomponía lentamente del suplicio que acaba de soportar. Era incapaz de formular palabra alguna, así que permaneció un rato en silencio. En cambio Jörgen, seguía preocupado y mientras se lavaba las manos en la pila y miraba fijamente el reloj de la cocina, parecía dispuesto a querer decir algo comprometido. Así que a juzgar por su expresión le pregunté qué le pasaba.
"¿No funciona ese reloj?" Me preguntó señalándolo con sus manos aún mojadas.
"No, hace ya tiempo que está parado." Le contesté. "De hecho, no es el primero que deja de funcionar a mí incluso se me han parado mis relojes de pulsera."
"¿Y siempre aquí en la cocina?" Preguntó extrañado.
Yo no sabía a donde quería llegar con lo del reloj, pensaba que estaba más loco de lo que creía en un principio.
"Sí." Le dije rotundamente y para mi asombro me dijo algo que me confirmó que estaba loco de remate.
"Aquí hay una puerta abierta."
"¿Cómo que una puerta abierta?" Mi cara de pato en ese instante ya era una realidad, y todo el contexto de alrededor, un surrealismo - un hombre grande y oscuro, aunque físicamente fuese rubio y blanco como la leche, hablándome sobre cosas que yo no entendía, y mi madre desnuda sobre la mesa del comedor exhausta y derrotada.
"En la cocina yo presiento malas energías, o digamos que energías extrañas, es un lugar donde no me siento cómodo y deduzco que hay una puerta abierta hacia el otro lado, el de los espíritus."
¡Total! Así era como me sentía yo en ese momento. 
"¿Recordáis si alguien hizo alguna vez una invocación?"
Yo arqueé mis cejas y apreté mis labios, consecuencia de que no entendía nada.
"Os seré franco." Continuó Jörgen. "El cuadro que acaba de caer, simplemente lo interpreto como una manifestación de alguien que se encuentra presente entre nosotros, concretamente de la mujer de la foto del cuadro."
"La yaya. Es la yaya." Dijo mi madre que salió de su eclipse total y se había incorporado a la misteriosa conversación.
"¿Mi abuela?" Le pregunté perplejo.
El cuadro es de una foto de mi abuela en su plena juventud, la madre de mi padre que murió ya hace algunos años. 
"Yo una vez estaba cocinando y alguien me pellizcó el culo. Pensé que fue tu padre pero cuando me di la vuelta allí no había nadie. Yo sé que fue tu abuela porque siempre me pellizcaba el culo de esa manera." Nos confesó mi madre.
"Mamá, ¿tú no hiciste una güija con tus amigas en mi cumpleaños una vez?"
"Sí, sí."
"Si ya me acuerdo, y se lo tomaron a guasa."
"Ahí está la causa que lo confirma todo." Dijo Jörgen. "¿Dónde la hicieron exactamente?"
"Ahí en la cocina."
"Justo debajo de ese reloj." Señalé con la cabeza.
"Hay que limpiar la casa y cerrar esa puerta." Dijo Jörgen decidido.
En ese momento me sentí salvado por la campana. Sonó el timbre de la puerta. 

¡Menudo día!, abrí la puerta y allí estaba una pareja de la policía local y detrás de ellos nuestro vecino Juan.
"Hola, ¿pasa algo?"
"Nos han llamado por alerta de un posible altercado doméstico." Dijo uno de los policías.
"¿Los has llamado tú Juan?" Le pregunté directamente.
"He escuchado a tu madre gritar desesperada y no es la primera vez. Ya hoy no dudé en llamarles."
Pensé durante un segundo en lo que acaba de ocurrir y tenía la gran necesidad de tomarme un respiro e ir a dar un paseo.
"¡Gracias Juan! Mi madre está en el comedor."
Les dejé pasar y yo me largué a dar una vuelta.

Jordi Boldú. Arguineguín,  24 de febrero de 2012.

miércoles, 1 de febrero de 2012

THIS IS YOU

This is you.

Eyes closed,
out in the rain.

You never thought you´d be doing
something like this.

You never saw yourself as,
I don´t know
how you describe it, as...
like one of those people
who like looking up at the moon,
or who spend hours gazing at
the waves or the sunset or...
I guess you know what kind of people
I´m talking about
maybe you don´t.

Anyway, you kind of
like it being like this,
fighting the cold
and feeling the water seep
through your shirt
and getting through to your skin.

And the feel of the ground
growing soft beneath your feet
and the smell.

And the sound of the rain
hitting the leaves.

All the things they talk about
in the books that you haven´t read.

This is you.

Who would have guessed it?

You.



From the movie "My Life Without Me" - Isabel Coixet

lunes, 30 de enero de 2012

EL SONIDO DE LOS COLORES

Hace unas semanas leí un reportaje en el País Semanal bastante interesante y estremecedor - en el buen sentido de la palabra, si es que lo hay. El reportaje, a modo de entrevista, tiene como título "El ciborg del tercer ojo" y ahondaba en la curiosa vida del británico-español Neil Harbisson, un joven artista que nació con acromatopsia, o sea, que sólo es capaz de ver en blanco y negro. Curioso. Yo jamás había escuchado hablar de esta carencia, o como él mejor lo llama, esta condición visual. Difícil de imaginar para el común de los mortales una vida sin color, me explico; una tarea imposible de entender para nosotros que ya sabemos cómo son los colores y cómo dependemos de ellos en nuestra rutina diaria. Él fue más allá y su espíritu emprendedor le ha llevado a crear un sistema electrónico, "el tercer ojo", que le permite escuchar los colores. Consiste en un sensor de color que traduce las frecuencias del color en frecuencias de sonido que le llegan al cerebro mediante el chip que tiene instalado y le hace presión en el hueso de la nuca, haciendo que dichas frecuencias le lleguen al cerebro. Su "tercer ojo" es parte de su cuerpo, una prótesis que lleva constantemente consigo, incluso en su foto de carné, que ha sido aceptada por el gobierno británico.

Escuchar hablar de esto y sobre el significado que tiene el hecho de que una persona desconozca cómo son los colores me remontó a una maravillosa película que vi hace años, Máscara (Mask), una película de los ochenta protagonizada por Cher, en el personaje de una madre coraje, madre de Rocky, un joven que sufre una malformación severa del cráneo y que le da un aspecto monstruoso. No sé si recordaréis esta película, pero yo la recuerdo muy bien. Hay una escena preciosa donde Rocky, enamorado de una joven ciega, - una jovencísima Laura Dern - le explica cómo son los colores. Su audacia le lleva a transmitirle los colores mediante el tacto, por lo que algo muy frío es el azul, algo un tanto áspero es el verde y algo muy caliente es el rojo. Neil lleva su inteligencia de una forma más exacta quizá. Tal y como él afirma, nosotros recibimos el color en tres propiedades que son la luz, el tono y la saturación, pues él lo recibe por separado, obviamente sí puede recibir la luz a través de sus ojos, pero el tono y la saturación las recibe por su "tercer ojo", el tono en acordes y la saturación mediante el volumen. De esta forma es capaz de combinar de una manera más armónica los colores a la hora de vestirse, si el acorde que producen es equilibrado o no.



Y no me deja de sorprender, ha creado cuadros haciendo la traducción inversa, como el de la foto que se trata de las sinfonías de Mozart transformadas a colores.

Jordi Boldú. Arguineguín, 30 de enero de 2012.