jueves, 18 de octubre de 2012

EL PAVO REAL SOLITARIO

Hoy vi algo insólito. Hoy vi un pavo real saltar desde una azotea y volar.
Me desperté a las siete y cuarenta y cinco de la mañana. Rara costumbre de estos días en La India. Vivo en una azotea y las zonas aisladas de la intemperie y el sereno de la noche ocupan el veinte por ciento del espacio, mientras que el ochenta por ciento restante es una gran terraza a unos cinco pisos de altura en un edificio roído de hormigón y con una escalera común al descubierto. O sea, sin puerta ni ventanas ni cuatro paredes. Las habitaciones, el baño y la cocina están separadas entre sí, y para ir de un sitio al otro, hay que atravesar inevitablemente la terraza.
Así que me levanté y fui directo al baño como de costumbre. Con los ojos aún sin abrir y con la mente entre las sábanas, vislumbré atónito aunque con algo de dificultad, un enorme pavo real en la azotea del edificio de enfrente. Contemplaba la vasta jungla de hormigón y polución. Esperando alzar el vuelo. Pero, -"un momento"-, pensé. Ignorantemente me pregunté cómo coño había subido tal bella monstruosidad hasta allí arriba. Desconocía que estas aves inmensas supiesen volar, a lo que, graciosamente, me llevó a concluir que el pavo real había subido por las escaleras del edificio. Como dije antes, en esta urbanización, las escaleras principales están descubiertas, cualquiera podría subir sin que ninguna puerta o portero les impidiese el paso. Cualquiera; incluso un pavo real.


Pero de repente, saltó. Y desplegó sus larguísimas alas. Y voló. Y se alejó en la inmensidad delhiíta. Fue precioso. Los segundos cobraron importancia saboreando así el tiempo que parecía detenerse ante semejante acto de belleza. Y ese pajarraco batió sus alas sin ninguna complicación con una elegancia sublime.

Hay algo extraño y cautivador en los pavos reales. Solitarios, individualistas, orgullosos, narcisistas, bellos, elegantes, caminantes y bohemios.



Jordi Boldú. Nueva Delhi, 11 de julio de 2011.